"El primero en asustarse fue un perro.
Algo debió percibir el animal en aquel grupo de jinetes para asustarse y echar a correr hacia un lugar en el cual, considerándose a salvo, dio rienda suelta a su sobresalto, ladrando agudamente, estremeciéndose... Los chiquillos que jugaban por allí cerca fueron, lógicamente, mucho más listos que el perro, y, en un instante, desaparecieron de escena, ocultándose en el interior del viejo establo abandonado a la entrada de Green Woods.
Apenas se habían ocultado, comenzaron a entrar en el pueblo los jinetes, encabezados por una especie de gorila barbudo, de ojos diminutos, vestido como un tejano cualquiera, pero tocado con un sombrero de procedencia española, de copa baja y plana, alas rectas, y adornado en la base de la copa con tres borlas de color intensamente rojo, que bailoteaban sobre el ala.
Y aquellos diminutos ojillos de simio cruel, que destacaban como pequeños fuegos negros en el rostro barbudo y picado de viruela, se posaron en el asustadísimo can. Sólo un instante. El tiempo justo. La manaza derecha del siniestro personaje se movió, apareció un revólver en ella, y ¡pack, pack, pack!, los tres disparos restallaron como uno solo en la tranquilidad de la soleada mañana. Resultado: el perro ya no ladraría más, poique las tres balas destrozaron su cabeza.
Así, con aquella muerte por delante entraron en Green Woods, alzando una enorme polvareda, el llamado José Joseles y su gente, no menos de cincuenta hombres, todos ellos armados hasta los dientes, asustando perros, gallinas, niños... y hombres. En el grupo había mexicanos, norteamericanos, algunos indios y hasta un par de negros... Eran como una mezcla explosiva, incapaz de ser digerida por nada ni por nadie. Eran el terror, la destrucción, la muerte.
Docenas de ventanas fueron destrozadas a balazos, algunos caballos amarrados a los postes fueron muertos a balazos, muchos carromatos o tílburis fueron derribados por la feroz, espantosa horda que aquella mañana se abatió sobre Green Woods.
Al llegar a la plaza del pueblo, el grupo de José Joseles era dueño, amo y señor absoluto del pueblo. Todo lo que podía cerrarse a su paso había sido cerrado, nadie quedaba en la calle, el polvo se alzaba como en feroces oleadas provocadas por los cascos de los caballos."
De esta espectacular manera comienza este trepidante bolsilibro de Lou Carrigan, más conocido por sus excelentes novelas de espías y policiacas. Pero por lo leído en este ejemplar también debieran tenerse muy en cuenta sus cualidades como narrador en otros géneros.
Con habilidad, amalgama situaciones típicas en otras narraciones del Oeste. Sangrientos enfrentamientos entre el protagonista, recién nombrado ayudante del comisario pero con una oculta personalidad, y la despiadada banda que en los primeros compases de la novela asalta el pueblo. Una mujer trastornada en su raciocinio por la más terrible agresión. Un final sorpresivo donde aparecen en la trama las cartas a su favor que ocultaba el temerario defensor del pueblo.
A destacar la buena definición de los personajes, la acertada descripción, escueta pero suficiente para sumergirnos en el entorno, y la acción bien medida y sin altibajos que dejará satisfecho a cualquier lector de bolsilibros, aunque no sea este género, el del Oeste, el que marque sus preferencias.
Valoración:
*****
Título: CEMENTERIO PARTICULAR
Colección: BUFALO AZUL nº306
Editorial: BRUGUERA
Autor texto: LOU CARRIGAN
Autor Cubierta: -
Género: OESTE
Año: 1978
Formato: 15x10,5
Nº Páginas: 96
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