jueves, 12 de junio de 2014

AUGE Y CAÍDA DE LA LITERATURA POPULAR DE QUIOSCO


Charla realizada en El Garito de La Central de Callao (calle Postigo de San Martín 8, Madrid, España) el 15 de marzo de 2013, por Óscar Alarcia y Juanfer García, miembros de The Bolsilibro Appreciation Society.


INTRODUCCIÓN

De la novela popular se ha dicho:

"El pulp fiction no lo inventó Tarantino". Un enterado en internet.

"Cuando el consumismo, con el monstruo televisivo como mascota, hizo su aparición, la novela popular se engrandeció aún más, porque la sociedad urbana industrial recién creada necesitaba apremiantemente distraer el tiempo vacío". Salvador Vázquez de Parga.

"Incluso un libro largo lleva como mucho tres años de trabajo, entre pensarlos y redactarlo. No: un escritor que sólo realiza un libro cada siete años se está tocando el nardo". Stephen King.

"Algunos grandes autores, como Dan Brown por ejemplo, pese a su éxito, son medianías, nada del otro mundo". Donald Curtis.

"Tenían el mismo oficio. Entregar trescientos, cuatrocientos folios al mes. Y una misión que no conocían, y que de sospecharlo la hubieran ejecutado llenos de espanto: poner punto final a la edad de oro de la novela popular". Javier Pérez Andújar

"Titanes encadenados que liberaban su imaginación para liberarnos a nosotros de la rígida y plúmbea cotidianidad de un país entre paréntesis y entre corchetes". Moncho Alpuente.

"En tiempos recientes se da entre quienes teorizan sobre literatura algo así como una nueva ofensiva contra las obras de ficción pura". Fernando Savater

"Los estadistas y estudiosos de la literatura, que como casi todo el arte ya no es mayoritariamente burguesa, clasifican de subliteratura a los productos que llaman "de género", precisamente lo más leído y extenso". Luis Conde

"...un parásito de la novela verdadera". Jacques Barzun.

"El género más maltratado en España ha sido siempre el de evasión". Hernán Migoya.

"Habría que estudiar en serio y a fondo la literatura de kiosco, que descubre profundos secretos de las almas". Javier Marías.

"Estos libros empiezan ya a coger un sabor especial; no en vano en muchas librerías de segunda mano los preservan con plásticos y su precio ha subido, pues apenas nadie se ha dedicado a conservarlos". Pere Guixá.

"¿La calidad? Bueno, un nivel muy alto no se puede pedir, con esas normas y entregando una a la semana, pero algunas me parecen, dados los parámetros, sorprendentemente buenas". Silver Kane.

 "Sin darme cuenta, en cada novela le rendía homenaje a la mujer de mi vida. Ella fue mi musa". Curtis Garland (1929-2013).

La literatura popular, y especialmente la literatura breve, barata y de pequeño formato (los bolsilibros o novelas de a duro), que ocupó los anaqueles de todos los kioscos de España durante varias décadas (durante toda la segunda mitad del siglo XX, prácticamente), está experimentando lo que se puede considerar como una segunda juventud: una "Edad de Silicio". Y son muchos, entre ellos nosotros, quienes están recuperando la afición por leer, coleccionar, inventariar e incluso seguir intercambiando bolsilibros en tiendas de barrio.

Disfrutar, en definitiva, del bolsilibro casi con tanta pasión como lo hacían los lectores de toda clase social y condición durante su período de existencia natural, mucho antes de la llegada de los best-sellers de gasolinera, de los culebrones venezolanos y del resto del McEntretenimiento escrito o televisado. La proliferación de foros y tiendas online, así como la depauperación del precio del libro usado, ha echado a la calle (y a los desvanes de los abuelos) a un buen puñado de urgentes y voraces aficionados, en busca del trabajo de aquellos autores que, en ocasiones trabajando bajo cláusulas abusivas, y exhortados a utilizar seudónimos anglófilos, llegaban a entregar hasta cinco y seis novelas mensuales, que eran disfrutadas por cientos de miles de españoles.

Eran novelas que surcaban las plazas alojadas en los bolsillos de las chaquetas o de los jeans, que se leían en salas de espera, en los tranvías o a escondidas en el sillón de casa, y que suscitaron encendidos debates acerca de su calidad, y de su pertenencia o no a la Cultura con mayúsculas que defendían los intelectuales. Pero era una literatura (más o menos elegante, más o menos erudita, más o menos unidimensional, pero muy, muy voluminosa) que forma una parte importantísima de nuestra historia escrita, y que ha de ser reivindicada. Autores como el Coronel Ignotus, Marcial Lafuente Estefanía, Corín Tellado, J. Mallorquí, Curtis Garland, Clark Carrados, Ralph Barby, Frank Caudett, Joseph Berna, Peter Kapra, A. Thorkent, George H. White, P. Danger, Lucky Marty, etc., españoles todos ellos, escribieron una página muy importante en nuestra historia, y su esfuerzo nunca fue recompensado.

Mención aparte merecen las portadas de estas novelas, hechas al igual que el interior en tiempo récord y a veces sin conocer el argumento del relato que presentaban. Su objetivo era atraer al comprador de un solo vistazo, y lo consiguieron gracias al trabajo de artistas como Alberto Pujolar, Ibáñez, Lanzón o José Luis, entre muchos otros, creadores todos ellos de maravillosas ilustraciones.

Así como otras industrias literarias de otras latitudes han sabido dotar a sus autores de novela pulp o folletín del reconocimiento merecido (Mike Spillane, H.P. Lovecraft, Sir Arthur Conan Doyle, Alejandro Dumas, Robert E. Howard, H. G. Wells, etc. son fuente inagotable de reediciones, películas, series de televisión, cómics, inspiraciones y homenajes), parece que nuestros "funcionarios de la literatura popular" apenas dejaron huella, y sus textos quedaron soterrados. Desde aquí defendemos su legado, y el valor de sus incontables relatos de novela negra, romántica, western, ciencia-ficción, terror o aventuras, que en muchas ocasiones no tienen nada que envidiar a las extranjeras.

Resulta incomprensible que en esta industria literaria no haya cabida ni recuerdo de esta literatura cortita, inmediata, accesible y de entretenimiento infalible. Apenas un par de editoriales se han dedicado a recuperar este legado casi infinito, con desigual fortuna, mientras que las estanterías de las librerías se nutren, más que nunca, de novelas larguísimas, densas, inanes y absolutamente vacías, que han venido a sustituir (a lo grande) a aquel otro mercado mayoritario, pero atropellándolo cruelmente y sin haber aprendido nada de sus enseñanzas. Donde antes encontrábamos una historia de aventuras cada semana, ahora nos venden, a precio astronómico, gigantescos ladrillos de miles de páginas con sus inevitables diez o doce apéndices, continuaciones y explotaciones de calidad deplorable.

Video por Carmen Herrero



 

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